Un almacén de agua

SIMON GARCIA, José Luis; SEGURA HERRERO, Gabriel (2005). “El Castillo de Sax”, Historia de Sax, Sax, Comparsa de Moros, 3 vol., tomo III, pp. 299-334.

“Entre ambas torres, la del tapial y la de sillería, nos encontramos con un espacio acotado por ambos lados con sendas cortinas de muralla, realizadas en mampostería trabada con mortero de cal. El lienzo septentrional une el ángulo noroeste de la torre de tapial con el noreste de la torre del homenaje y posee todo el almenado restaurado. El meridional, por su parte, engloba un espacio en el cual se ubica un aljibe –el acceso actual desde el albacar al recinto superior– y unos espacios hoy abiertos que, en su día, debieron estar cerrados como estancias auxiliares. Desconocemos si esta cortina se desarrolla por el trazado de la original, y si fue totalmente de mampostería, como en la actualidad, o si su tramo superior era de tapial de tierra, tal y como parece apuntarse en algunas fotografías de principios de siglo y de las obras de restauración.

Este dato es de suma importancia, ya que podría explicar el cierre del paso entre la torre y la muralla, cuyo rastro se conserva en algunos sillares de ángulo SW de la torre del homenaje y en la escalera necesaria para salvar el desnivel entre la puerta occidental de la torre del homenaje y el “albacar”.

Entre las dos torres, el espacio resultante presenta un desnivel que permite el desarrollo de un aljibe apoyado en la ladera meridional. A su vez, genera un espacio llano que permite la creación de estancias con materiales menos nobles o resistentes que el de las torres, como se deduce de las huellas de forjados y cubiertas en ambas caras de las torres. Como cabe suponer, dichas construcciones cambiarían sustancialmente la fisonomía del castillo en esta zona, hasta el punto de crear unas cubiertas que habrían posibilitado la carga del aljibe, ya que de las cubiertas de la torres no se documenta bajantes que cumplan dicha misión.

El aljibe se orienta de este a oeste, posee una planta rectangular y una cubierta mediante una bóveda de cañón. Esta excavado, en parte, en la roca, tal y como lo describe Ochoa en su obra –lo adscribe a momentos islámicos– y debió contar con revestimiento interior hidráulico hoy perdido. La restauración le dotó de un enfoscado que impide conocer se factura, unos lucernarios estrellados en su cubierta, a modo de los existentes en los baños árabes, y un acceso por su frente occidental”.

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