Humedales

Las charcas o estanques se configuran como un ecosistema natural, pese a que pueden presentar un origen artificial, como en el caso de canteras u otras cavidades realizadas en el terreno. Se trata de una acumulación de agua dulce a pequeña escala, puesto que no llega a alcanzar el tamaño de un lago, aunque en función de los materiales del sustrato existente también pueden presentar características salobres. Generalmente, se nutre del agua de la lluvia, que queda estancada en zonas donde existen cavidades o cuencas poco profundas, por ello suelen ser estacionales. Este hecho hace que sea polo de atracción de un gran número de especies que encuentran cobijo y alimento en un entorno árido, sustentando una amplia biodiversidad, dado que el agua es un elemento esencial para la vida.

 

Se pueden observar, entre otras especies vegetales el carrizo (Phragmites australis), el junco o (Juncus sp.) o la espadaña común (Typha domingensis). En cuanto a la fauna están presentes anfibios como la rana común (Pelophylax perezi) o el sapo común (Bufo bufo); también reptiles como la culebra viperina (Natrix maura); y una amplia representación de aves acuáticas como la garceta común (Egretta garzetta), la gallineta común (Gallinula chloropus) y diferentes especies de anátidas; junto con a una amplia variedad de invertebrados.

 

Las charcas o estanques se extienden con ampliamente en la Península Ibérica, integran los ecosistemas conocidos como zonas húmedas o humedales, hábitats que, por las mencionadas características, merecen especial atención. Por ello, desde hace décadas se promueve a nivel internacional su conservación y su uso racional mediante el Convenio de Ramsar (1971).

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